Tess Christian, inglesa de 50 años, tomó hace 40 una decisión radical: no volver a sonreír. ¿El objetivo? Evitar las arrugas y conservar su juventud. Durante cuatro décadas, la mujer se negó a sonreír, ni siquiera en los momentos considerados más felices de su vida, como su boda y el nacimiento de su hija.
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En una entrevista concedida al Daily Mail, la británica afirma que su dedicación a no sonreír ha dado sus frutos. «No tengo arrugas porque me he entrenado para controlar los músculos de la cara. Todo el mundo me pregunta si me he puesto botox, pero no es así, y sé que no tengo arrugas gracias a que no me río desde que era adolescente. Mi dedicación ha dado sus frutos, no tengo ni una línea de expresión en la cara. Sí, soy vanidosa y quiero conservar mi juventud. Mi estrategia es más natural que el botox y más eficaz que cualquier crema o tratamiento de belleza», explicó.
Aunque su planteamiento pueda parecer extremo, Tess no está sola en su creencia. Algunas celebridades, como Kim Kardashian, ya han admitido que intentan reírse menos para evitar las arrugas. Los expertos sugieren que esta práctica tener cierto fundamento para evitar las arrugas.
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La decisión de Tess no empezó por vanidad. Criada en un estricto colegio católico, aprendió a reprimir su sonrisa. «A las monjas no les gustaba que los niños sonrieran. Siempre me decían que me borrara la sonrisa de la cara. Así aprendí», recuerda.
Con el tiempo, esta práctica se convirtió en un hábito. «Al principio no era fácil. Cuando algo me parecía muy gracioso -lo que me ocurría a diario-, controlaba mis músculos faciales poniéndolos rígidos», explica.
Mantener una expresión seria durante toda la vida no es tarea fácil, sobre todo en los momentos de alegría. Tess se casó con Nigel y tuvo una hija, Stevie, pero ni siquiera en esos episodios quiso sonreír. «Por supuesto, en la boda el fotógrafo me pidió que sonriera, pero me negué. En el nacimiento de Stevie, estaba desbordada de alegría, pero no sentí la necesidad de sonreír», reveló.
Según la mujer, después del divorcio, cuando empezó a salir con otros hombres, mantuvo su postura. «Los hombres con los que salgo me piden que sonría. Les aseguro que no es porque no me interesen», afirmó.