Los hermanos João Vitor y Gabriel Moradores, de Indaiatuba (São Paulo), vivieron una historia digna de un guión cinematográfico. Tras pasar un tiempo en un centro de acogida y ser adoptados por familias diferentes, perdieron el contacto durante 10 años. Hoy, con 15 y 17 años respectivamente, los jóvenes se reencontraron por casualidad en una clase.
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En una entrevista concedida a EPTV, Gabriel dijo que, aunque nunca se sintió solo en el centro de acogida debido a la presencia de muchos niños y al buen trato del personal, su hermano João permanecía en una zona separada porque era más pequeño y necesitaba cuidados especiales. «Mi abuela nos llevó allí por las condiciones en las que vivíamos, y llegamos muy pequeños. No tengo muchos recuerdos, pero sí recuerdo haber hecho muchas travesuras. Tendría unos cinco o cuatro años», recordó.
Ambos fueron adoptados rápidamente. Gabriel se fue a vivir con su antigua madrina, que se convirtió en su nueva madre. Dice que en aquel momento no entendía lo que pasaba, pensaba que su abuela o sus padres lo recogerían en algún momento, y como ya frecuentaba la casa, era bastante natural.
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La adaptación de João fue más lenta. Adoptado el 8 de julio de 2014, cuando Alemania ganó 7-1 a Brasil en la semifinal del Mundial de fútbol, dice que no se abrió mucho a sus nuevos padres por miedo a ser abandonado de nuevo. «Era un niño rebelde, no aceptaba reglas. Hasta que lo acepté todo, me encariñé y todo salió bien», dijo.
A los diez años, Gabriel pidió volver al refugio con la esperanza de reencontrarse con sus hermanos, pero no tuvo éxito en su primer intento y decidió no buscar más. «Decidí dejarlo estar, pensé ‘se habrá ido a vivir a otro sitio'», contó. Sin embargo, los hermanos no estaban tan lejos. Viviendo en lados opuestos de Indaiatuba, se conocieron en el Proyecto Sueño, que prepara a los jóvenes para el mercado laboral.
El reencuentro tuvo lugar durante una clase en la que Gabriel compartió sus experiencias como electricista de mantenimiento de electrónica, profesión que adquirió tras participar en el proyecto. «Cuando entró en la clase, todo el mundo empezó a hablar. Todo el mundo, literalmente. Luego empezaron a mirarnos a él y a mí. Y la gente empezó a decir en voz baja que nos parecíamos mucho, mucho», recordó.
Sospechando que esa persona podía ser su hermano perdido, el joven se puso en contacto con su profesor, quien, junto con el psicólogo del proyecto, empezó a investigar. Pronto se confirmó y los hermanos quedaron en un centro comercial de la ciudad para hablar: «Empecé a hablar con ellos para recordar un poco nuestra historia y hablar del futuro», finalizó João.