Terry Pirovolakis, un padre canadiense, desarrolló un medicamento innovador para tratar a su hijo Michael, diagnosticado de una enfermedad rara y mortal llamada SGP50. El éxito del tratamiento hizo que varias familias acudieran a él en busca del medicamento. A raíz de ello, Terry creó una organización sin ánimo de lucro para ofrecer el tratamiento a más niños de todo el mundo.
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Poco después del diagnóstico de Michael, Terry asumió el reto de salvar a su hijo y empezó a investigar terapias alternativas. Encontró una terapia génica que costaba un millón de dólares y refinanció su casa para reunir la cantidad necesaria. Afortunadamente, el tratamiento fue un éxito y Michael empezó a llevar una vida sana.
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Terry descubrió que la terapia génica sólo se había probado en células humanas y ratones. Aun así, obtuvo la aprobación para aplicársela a su hijo, asumiendo los riesgos. Una pequeña empresa farmacéutica española fabricó el medicamento, que él administró con éxito.
Con dosis adicionales del tratamiento en la mano, Terry decidió ampliar su misión y ayudar a otros niños con la misma afección. Su dedicación a salvar a su hijo se convirtió en un empeño mundial, llevando esperanza y curación a las familias que se enfrentan a enfermedades extrañas.