No es una experiencia única oír decir a una madre que su cuerpo ha cambiado tras el nacimiento de su hijo, ¿verdad? A pesar de esta afirmación, un estudio publicado en la revista científica PLOS One ha demostrado que el embarazo puede dejar marcas permanentes en la estructura ósea de los monas rhesus (Macaca mulatta).

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Tras el nacimiento de sus crías, las monas presentan concentraciones significativamente más bajas de calcio, fósforo y magnesio en sus huesos en comparación con las que no han estado embarazadas, según informa la web estadounidense Science Alert.

Aunque los científicos no han analizado los efectos en humanos, los hallazgos sugieren que los principales acontecimientos pueden dejar una firma en los tejidos óseos de los primates en general. La densidad ósea puede perderse con la edad, sobre todo después de la menopausia. Sin embargo, las enfermedades, la dieta, el clima y el embarazo pueden dejar un registro permanente en los tejidos calcificados que sería identificable incluso después de la muerte.

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Las pruebas sugieren que, durante el embarazo, el cuerpo de una mujer puede extraer calcio de sus huesos cuando los niveles disponibles en su organismo no son suficientes para alimentar a su bebé. Como consecuencia, se produciría una reducción de la masa, composición y densidad del esqueleto durante la lactancia.

Durante la lactancia, los huesos de la madre se ‘reabsorberían’ en el torrente sanguíneo para producir leche rica en calcio. Más tarde, los minerales perdidos se restablecerían de forma natural, pero aun así, puede haber una forma de que los científicos se den cuenta de este ‘lapsus momentáneo’.