Los recientes movimientos de Rusia en la escena mundial, con el lanzamiento del misil balístico Oreshnik y la actualización de su doctrina nuclear, han causado preocupación no sólo en Occidente, sino también en su aliado estratégico, China. Pekín, que siempre ha mantenido una postura de apoyo a Moscú, se encuentra ahora en una situación delicada, tratando de equilibrar su alianza con Rusia y su política de no proliferación nuclear.
++ Tensión en Europa: Alemania convertirá edificios en refugios antiaéreos
Rusia, bajo el liderazgo de Vladimir Putin, ha intensificado sus amenazas nucleares, una estrategia que no se veía desde los días de la Guerra Fría. La nueva doctrina nuclear rusa amplía las condiciones para el uso de armas nucleares, incluidos los ataques con misiles y drones, justificando que tales acciones suponen una amenaza directa debido al apoyo militar occidental a Ucrania. Moscú argumenta que, al suministrar armamento sofisticado, las naciones occidentales están directamente implicadas en el conflicto.
En este contexto, China, a través de su portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, Lin Jian, hizo un llamamiento público a Rusia para que moderara sus amenazas. Lin subrayó la necesidad de ‘calma y moderación’ y defendió la búsqueda de ‘la desescalada y la reducción de los riesgos estratégicos mediante el diálogo’. Esta postura refleja la preocupación de Pekín por la inestabilidad que la retórica nuclear podría generar a nivel mundial.
Aunque China se posiciona como mediadora, la complejidad de la situación va más allá de las declaraciones públicas. Desde la invasión rusa de Ucrania, la asociación entre China y Rusia se ha fortalecido, con Pekín ofreciendo apoyo económico y posiblemente militar. Sin embargo, la retórica agresiva de Putin coloca a China en una posición incómoda, ya que contradice su política de defensa nuclear, que predica el «no primer uso» de las armas atómicas.
++ Arabia Saudí bate su récord de ejecuciones; balance liberado durante la visita de Macron al país
Además, la rápida expansión del arsenal nuclear chino y sus propias amenazas nucleares en el pasado, como contra Japón y Australia, ponen en duda la sinceridad de sus llamamientos a la moderación. Los analistas sugieren que China puede estar utilizando la crisis de Ucrania para desviar la atención de sus ambiciones en el Indo-Pacífico, especialmente en relación con Taiwán.
La relación entre China y Rusia, aunque basada en intereses comunes contra la hegemonía estadounidense, se enfrenta a una prueba crítica. China necesita equilibrar su apoyo a Moscú con sus propias ambiciones globales y la necesidad de estabilidad regional. La cuestión que queda por resolver es si China logrará contener las amenazas nucleares rusas o si utilizará la crisis como una oportunidad para avanzar en sus intereses estratégicos.
Este complejo escenario pone de manifiesto los retos geopolíticos actuales, en los que alianzas y rivalidades se entrecruzan en un delicado juego de poder mundial. Mientras China hace un llamamiento a la moderación, las acciones entre bastidores indican que el equilibrio de poder mundial cambia constantemente, y que China y Rusia desempeñan papeles centrales en este nuevo capítulo de la historia global.