La administración de Donald Trump ha anunciado un cambio significativo en la política de encarcelamiento de las mujeres trans en Estados Unidos. Según la nueva medida, las mujeres trans detenidas pasarán a cumplir condena en prisiones destinadas a hombres, una decisión que afecta a las cárceles federales del país.

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Actualmente hay alrededor de 2.300 personas trans encarceladas en el sistema penitenciario federal estadounidense, de las cuales aproximadamente 1.500 han hecho la transición al género femenino. Las personas trans son aquellas que no se identifican con el género que les fue asignado al nacer, en función de su sexo biológico.

Desde 2017, el Departamento de Justicia de EEUU había aconsejado que los reclusos trans fueran alojados de acuerdo a su identidad de género, recomendando la presentación de informes médicos y evaluaciones psicológicas que avalaran estas decisiones. Sin embargo, la nueva medida de la administración Trump revoca esta política y determina que las mujeres trans deben ser encarceladas en prisiones de hombres.

La decisión de la administración Trump ha generado intensas críticas y preocupación por la seguridad y los derechos de las personas trans en el sistema penitenciario.

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La periodista especializada en derechos civiles Beth Schwartzapfel expresó su preocupación por la nueva política, subrayando que «las cárceles son un lugar especialmente peligroso para las mujeres trans, que se enfrentan a un mayor riesgo de agresiones y abusos sexuales en comparación con otras personas».

El cambio de política sobre el encarcelamiento de mujeres trans plantea importantes cuestiones sobre cómo garantizar la protección y el trato adecuado de esta población vulnerable.

El debate sobre la seguridad y los derechos de las personas trans en el sistema penitenciario es complejo y requiere un enfoque cuidadoso y respetuoso. La comunidad trans y los defensores de los derechos humanos están vigilantes y trabajan para garantizar que se respetan y protegen las necesidades y los derechos de las personas trans.