La musaraña euroasiática (Sorex araneus) ha adoptado una estrategia inusual para sobrevivir al frío intenso. En lugar de almacenar grasa, como hacen los osos polares, reduce el tamaño de los órganos que consumen energía, incluido el cerebro. Esta adaptación puede reducir su peso corporal hasta un 18% durante el invierno.
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Denominado «fenómeno Dehnel», este proceso se documentó a principios del siglo pasado. En invierno, la musaraña pierde más del 25 por ciento de su masa encefálica, pero con la llegada de la primavera, el tejido se regenera por completo.
Los investigadores analizaron los genes responsables de esta capacidad e identificaron alteraciones en el hipotálamo y en la señalización del calcio, que facilitan la comunicación directa con el cerebro. Algunos de los genes implicados están relacionados con la obesidad y el Alzheimer en humanos.
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Esta adaptación beneficia a la musaraña debido a su corto ciclo vital, pero en los humanos, cambios similares pueden ser perjudiciales. Una mejor comprensión de este fenómeno podría contribuir a avances en el tratamiento de enfermedades neurodegenerativas.