El actor británico Adam Pearson, conocido por su papel en Under the Skin, padece neurofibromatosis de tipo 1, una enfermedad genética incurable que afecta al sistema nervioso y provoca el crecimiento de tumores. Desde los cinco años, cuando un chichón en la cabeza no se le curaba, comenzó un periplo médico que implicó 39 operaciones para extirpar los tumores sobrantes.
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En una reciente entrevista con People, Pearson reflexionó sobre su enfermedad, los prejuicios a los que se enfrentó y su trayectoria en el cine. A los ocho años, los tumores habían avanzado y su cara estaba visiblemente desfigurada. Cuenta que su entrada en el mundo de la interpretación fue una casualidad: mientras trabajaba en producción televisiva, recibió una invitación para participar en una película que buscaba un actor con desfiguración facial. Ese papel le llevó a la película Under the Skin, protagonizada por Scarlett Johansson. “Mi discapacidad me abrió muchas más puertas de las que me cerró”, afirmó.
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A pesar de la oportunidad, Pearson critica a Hollywood por la forma en que la industria trata la discapacidad. “No creo que haya suficientes voces discapacitadas en el proceso creativo”, añadió, y acusó a la industria de “escritura perezosa” cuando trata con personajes discapacitados. El actor señala que, incluso ante la dificultad de encontrar voces auténticas, el contenido resultante tiende a ser de baja calidad.
Además de su trabajo en la pantalla, Pearson se ha comprometido a ser una voz activa en favor de la inclusión y la aceptación de las personas con discapacidad. Aboga por el diálogo como herramienta para derribar barreras y desmitificar prejuicios. “Creo que una conversación sincera marca la diferencia”, declaró. El artista cree que la curiosidad de las personas debe tratarse con amabilidad porque, para él, así se crea un entorno de mayor comprensión mutua.
Durante el rodaje de A Different Man en Nueva York, Pearson compartió un sencillo ejemplo de su filosofía de vida. Frecuentaba a diario una tienda de donuts cercana al lugar donde se alojaba y, con el tiempo, creó una conexión con el equipo. “Voy a todo con la cabeza despejada y el corazón lleno. Si la gente quiere hablar, hablemos”, dijo.
Pearson reconoce que muchos miembros de la comunidad de discapacitados prefieren no asumir el papel de educadores, pero cree que no hacerlo sería ‘imprudente e irresponsable’. Para él, este enfoque tiene un propósito mayor: “Si lo que estoy haciendo ahora significa que los Adam Pearsons más jóvenes no tienen que pasar por un infierno en la escuela, o que alguien que se parece a mí puede entrar en un pub y que no le miren mal, entonces habré conseguido mi objetivo”.