Aunque no seas padre o madre, seguro que alguna vez has presenciado una rabieta: un niño puede gritar, llorar, tirarse al suelo, arrojar objetos e incluso pegar o morder a alguien cuando está frustrado o enfadado.

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Estos ataques de irritabilidad son especialmente frecuentes entre el año y los cuatro años. La famosa ‘rabieta’ se produce porque el niño aún no sabe cómo afrontar la decepción o el enfado, ni cómo expresar estos sentimientos.

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Si unimos esta confusión sentimental a la autonomía que empieza a desarrollarse en torno a los dos o tres años, es muy probable que se produzca una rabieta cuando el niño oiga un «¿’no’. A medida que el niño desarrolla la capacidad de comunicarse, la irritabilidad se hace menos frecuente.

Para hacer frente a estos momentos difíciles, es importante que los padres mantengan la calma y se den cuenta de que una rabieta no es el resultado de una mala crianza, sino una señal de que el niño aún no entiende lo que siente. Descubre 8 consejos para afrontar las rabietas.

Vale la pena insistir: nunca uses la violencia contra tu hijo

Ya sea física o verbal, la violencia nunca es la salida a la irritación de un niño. Tampoco es recomendable castigar o amenazar al niño.

Es importante recordar que usted es el adulto responsable en esta situación: mientras el cerebro del niño sea inmaduro y aún no haya desarrollado habilidades como el control de los impulsos y la regulación emocional, usted puede calmarle y ayudarle a entender lo que está pasando.

Por supuesto, hacer frente a una rabieta no es tarea fácil. Por eso, si levantas la voz o estás muy enfadado con tu hijo, lo mejor es que asumas tu responsabilidad y le pidas disculpas.

Crea un entorno seguro

Si prestas demasiada atención a la rabieta, puedes indicar al niño que ésa es la forma más adecuada de llamar su atención. Intenta desviar su atención, ofrécele un abrazo o tu regazo y espera a que se calme antes de intentar negociar o ceder a sus deseos. Déjalo llorar si es necesario. Durante un ataque de irritabilidad, el niño puede intentar golpear a otros o tirarse al suelo. Aparta los objetos que puedan hacerle daño y asegúrate de que no se golpee la cabeza ni se haga daño.

Si estás en un lugar público, ofrece al niño a dar un paseo a un lugar más tranquilo y desocupado, o vaya al baño o al coche y espere a que pase la crisis.

Reconocer los sentimientos del niño

Un consejo es intentar comprender de dónde proceden los sentimientos intensos y confusos de rabia, frustración y tristeza; es probable que el propio niño no sea capaz de identificar o comunicar por qué se siente así. Por lo tanto, preguntar ‘¿por qué estás enfadado?’ puede no ser una opción productiva. En su lugar, intenta comprender la situación y explicársela, por ejemplo: “Querías comerte un caramelo y no te dejé, supongo que estabas enfadado por eso, ¿no?”. De este modo, ayudas al niño a aprender a poner nombre a lo que siente y, a la larga, a comunicar sus sentimientos.

Esperar a que pase el enfado antes de hablar

Los enfados no suelen durar más de 15 minutos. Espere a que se le pase el enfado y la frustración y luego hable de lo sucedido. Haz hincapié en por qué el comportamiento no es aceptable y explícale al niño de dónde viene su ‘no’: las rabietas suelen producirse cuando el niño no puede ejercer uno de sus deseos. Es mejor no negociar ni chantajear al niño. Sé firme en las cuestiones esenciales, pero explícale el motivo de tu comportamiento.

El mundo de los adultos les parece muy arbitrario a los niños, así que es tu papel recordarles el porqué de las cosas: no puedes comer dulces porque eso no es sano, o no puedes usar el juguete de otro niño porque es importante compartirlo, por ejemplo.

Cuidado con los desencadenantes de las rabietas

Es habitual que los niños se sientan irritables cuando tienen hambre, sueño o están enfermos. Procura respetar los horarios de sueño y comidas, y evita las situaciones estresantes, sobre todo si el niño tiene sueño o hambre. Ir a un centro comercial lleno de gente y estímulos con un niño hambriento es una receta para una crisis de irritabilidad. Cuando este tipo de situación sea inevitable, procure crear un ambiente tranquilo, ofrece un tentempié antes de la salida y planifique una siesta para que el niño esté bien descansado.

Ofrece opciones y evita sorpresas

Hay cosas que no son negociables. No puedes ceder cuando tu hijo se opone a bañarse, lavarse los dientes o ir al colegio. Pero como la identidad empieza a desarrollarse en la infancia, conviene ofrecer opciones que permitan al niño ejercer su autonomía y que respeten su rutina. Aunque los niños no pueden elegir no ir al colegio, sí pueden elegir qué ropa ponerse, por ejemplo. A la hora del baño, pueden elegir ir a la ducha o a la bañera. De este modo, demuestras que respetas los deseos del niño al tiempo que refuerzas que los límites son necesarios.

Los niños son criaturas de rutina: por eso otra recomendación es evitar las sorpresas. Si interrumpes su tiempo de juego y de repente les dices que es hora de volver a casa, la frustración está asegurada. Haz las transiciones poco a poco: avísales cuando falten 10 minutos para que te vayas, luego 5, por ejemplo.

Busca ayuda si es necesario

En algunos casos, las rabietas pueden volverse frecuentes o durar mucho tiempo. En estas situaciones, conviene investigar si la irritación es señal de un problema mayor en la vida del niño, como dificultades en el colegio, falta de atención de los padres o cambios importantes en la rutina familiar, como la separación de los padres o la llegada de un hermano.

Si las rabietas siguen siendo intensas después de los cuatro años y el niño sigue siendo incapaz de comunicarse cuando se siente enfadado o frustrado, merece la pena consultar a un psicólogo. En situaciones más graves, el niño puede contener la respiración con el objetivo de desmayarse cuando está enfadado o hacerse daño a sí mismo y a los demás.

Elogia el comportamiento positivo del niño

La infancia es un período lleno de curiosidad y energía. El niño está aprendiendo sobre su influencia en el mundo que le rodea y experimentando con una gran variedad de acciones. Además de hacer frente a las rabietas, es importante que los padres y cuidadores elogien el comportamiento positivo de su hijo: así se darán cuenta de cuándo es cooperativo, simpático y creativo.