Hay personas que parecen fuertes por naturaleza, como si la resiliencia formara parte de su ADN. Pero ocurre algo más: a menudo pensamos que somos menos fuertes mentalmente de lo que realmente somos. 

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Puede que te hayas enfrentado a tormentas en tu vida pensando que eran pequeñas, pero hay ciertas experiencias vitales que pueden hacernos más resilientes y mentalmente más fuertes que la mayoría. Y te contamos cuáles. Descúbrelas a continuación. 

1 – Has cambiado radicalmente tu forma de ganarte la vida 

Aunque la vida de todos está llena de retos, lo que marca la diferencia es cómo los afrontamos. Las personas que tienen que reinventarse y trabajar en algo en lo que nunca antes habían trabajado son personas que se enfrentan a cambios, por muy fundados que sean. Personas que aprenden a hacer algo que aún no saben hacer y muestran humildad intelectual en el proceso.

2 – ¿Te has enfrentado a una enfermedad grave o has estado con alguien que lo ha hecho? 

Cuando nos enfrentamos a una enfermedad, ya sea la nuestra o la de las personas que más queremos, es imposible no desarrollar cierto nivel de fortaleza mental para superarla. La enfermedad nos lleva al límite y nos pone a prueba de mil maneras diferentes, pero si has conseguido vivir en ese entorno, ya sea como paciente o como cuidador, es más que seguro que te has enfrentado a tus miedos, te has adaptado y has crecido en el proceso, aunque ni siquiera te hayas dado cuenta.

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3 – Conseguiste mantener la calma en medio del caos 

Cuando todo a tu alrededor está en crisis, mantener la calma te permite pensar con claridad, tomar decisiones racionales y no dejar que el caos -y las emociones que lo acompañan- te arrastre. Es una prueba de tu capacidad de recuperación. Otro ejemplo más dramático podría ser el de Daniel Burguet, el llamado «héroe de Paiporta» que consiguió salvar a varios niños durante la DANA en Valencia. Mantener la calma en una situación tan extrema es sin duda un signo de fortaleza mental.

4 – Has aprendido a dejar ir

Además de practicar el dejar ir a las personas que ya no forman parte de nuestra vida, como haríamos en el proceso de superar una ruptura, hay muchas otras cosas que se aferran a nosotros, como los remordimientos del pasado, las relaciones fallidas o las oportunidades perdidas. Dejar ir no es fácil porque tenemos que enfrentarnos a nuestros miedos, aceptar lo que ha pasado y hacer las paces con la situación y con nosotros mismos. 

Es darse cuenta de que hay cosas que están fuera de nuestro control y aceptarlo. Es luchar contra el miedo a que las cosas cambien y el miedo a lo que está por venir. Si dominas la capacidad de dejar ir y ves que, en realidad, son cargas que afectan a tu bienestar, te vuelves mentalmente más fuerte que la mayoría de la gente.

5 – Fracasaste, pero volviste a levantarte 

Thomas Edison decía que fracasar no era realmente fracasar. “Sólo he encontrado 10.000 maneras que no funcionan”, decía. No es el fracaso lo que nos moldea, sino cómo reaccionamos ante él. Cualquier persona de éxito te dirá que el fracaso no es malo, sino un paso más en el camino hacia el éxito. Y la verdad es que es una oportunidad para aprender, crecer y mejorar. 

6 – Has aprendido a decir no

Decir «no» es una de tus mejores fortalezas, no una debilidad. Dominar el arte de decir «no» cuando es necesario te da un nivel de fortaleza mental que a muchas personas les cuesta alcanzar. Aprendes a defenderte a ti mismo y tus valores, y esto requiere respeto por uno mismo. También se aprende a priorizar, lo que significa que ahora se tiene más claro que nunca dónde y cuándo invertir el tiempo y la energía.

7 – Pediste ayuda cuando la necesitaste 

Si pensabas que la fortaleza mental significaba ser capaz de hacerlo todo por ti mismo, en realidad no sabes lo que significa ese término. Cuando hablamos de fortaleza mental, nos referimos a la capacidad de regular productivamente nuestras emociones, pensamientos y comportamiento, incluso ante la adversidad. Pedir ayuda cuando la necesitas regula productivamente tu comportamiento y es un verdadero signo de fortaleza mental. 

Cuando pedimos ayuda nos volvemos vulnerables y humildes, admitiendo que no tenemos todas las respuestas y que las personas que nos rodean pueden ayudarnos a crecer. Pedir ayuda no significa que seas débil, sino que eres lo bastante sabio para reconocer tus limitaciones y lo bastante fuerte para superarlas.