Para Carey Mulligan, esta fue la peor parte de convertirse en una celebridad

Ten cuidado con lo que deseas.

En una reciente entrevista con la revista Psychologies, la actriz Carey Mulligan ha confesado que, en el pasado, las alfombras rojas la aterraban, y que, con frecuencia, al final de un evento de la industria, terminaba encerrada en un baño llorando.

La nominada al Oscar de 31 años ha admitido que cuando era más joven, no podía entender el concepto de tener cientos de cámaras apuntando a su rostro, juzgando su apariencia más que su trabajo como actriz.

“Lo odiaba todo—las entrevistas, las alfombras rojas. Solía llegar al final de una alfombra roja y empezar a llorar, me sentía tan incómoda. Me costó mucho y fue un entorno extraño que me volvió completamente desquiciada.”

En una entrevista en diciembre para la revista So It Goes, la protagonista de Collateral también habló sobre su terrible experiencia con las alfombras rojas. “Lo encontraba horrible y raro, pararme ahí con mi atuendo y mi cuerpo siendo juzgados, y mi apariencia y maquillaje,” recordó. “Es una cosa demasiado rara y extraña tener a 200 personas gritándote para tomarte una foto.”

Carey Mulligan, mejor conocida por sus papeles en películas como Never Let Me Go y The Great Gatsby, comenzó su carrera en la industria cuando apenas tenía 18 años. Al año siguiente de su debut actoral, en 2005, saltó a la fama gracias a su papel como Kitty Bennet en Pride and Prejudice.

Aunque Mulligan sigue siendo extremadamente reservada sobre lo que comparte con las cámaras sobre su vida privada (por ejemplo, aún no se conocer ni el sexo ni el nombre de su bebé de seis meses con su esposo Marcus Mumford), la actriz finalmente ha aprendido a aceptar su estatus de celebridad.

“Ahora es divertido, es la única forma en que puedo tomarlo. Algo así nunca me asustaría hoy como solía hacerlo antes.”

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