A los 19 años, Gina Crotts era una joven universitaria soltera cuando descubrió que estaba embarazada. El hombre con el que salía desde hacía dos años le sugirió que abortara, pero ella se negó. Meses antes de dar a luz, tomó la difícil decisión de elegir una familia adoptiva para su bebé, creyendo que podrían proporcionarle la estabilidad que ella, en ese momento de su vida, no podía. Diecisiete años después, un encuentro fortuito la reunió con su hija adolescente.

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Desde que decidió darla en adoptar, había estado recibiendo fotos y actualizaciones sobre Kalyn de su familia de acogida, lo que ayudó a «calmar su corazón». Sin embargo, Gina nunca dejó de pensar en su hija. Casada con Brandon, de 46 años, y madre de otros tres hijos -JD, de 16, Evie, de 13, y Jett, de 8-, siempre les hablaba de su hermana mayor, y celebraba sus cumpleaños con tarta, velas y canciones.

La incertidumbre sobre si Kalyn querría conocerla alguna vez permaneció en su corazón hasta que el destino intervino durante uno de los ensayos de baile de Evie. La niña señaló a una adolescente entre la multitud, creyendo que era su hermana. Ahora, a sus 38 años, Gina apenas podía creer lo que veían sus ojos cuando se dio la vuelta y encontró a su hija mirándola fijamente a través de la ventana de un estudio de danza.

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«Estaba sentada de espaldas a la ventana, me di la vuelta y esa única pared de dos metros era todo lo que había entre nosotras», cuenta Gina, que está escribiendo unas memorias sobre su experiencia. «Al principio me sorprendí, luego me emocioné y después dudé por si no quería verme. Cuando abrí la puerta, estaba delante de mí. Lo primero que le pregunté fue: «¿Eres feliz?» Me dijo: «Sí» y nos abrazamos. Tuve que apartarme porque quería mirarla. No podíamos dejar de mirarnos y reírnos. Es realmente increíble pensar en las probabilidades y fue un momento increíble para mí, me siento muy afortunada», dijo.

Desde el encuentro fortuito en octubre de 2017, madre e hija han intercambiado mensajes de texto, y Kalyn visita a su madre cada tres meses después para conocer a su familia biológica. «Tuvimos mucha suerte de que todo sucediera así», dijo Gina. » Sé que la mayoría de las madres biológicas no pasan por esta experiencia y yo tuve mucha suerte de que mi historia resultara así. Darla en adopción no significó que me olvidara de ella, sino que me impulsó a ser mejor persona. Quería ser alguien a quien ella se sintiera orgullosa de conocer algún día», declaró.