Durante cuatro años y seis meses, Patrícia Tereza Canuto Silva, de 55 años, sufrió un intenso picor en los brazos que le impedía dormir. La incómoda sensación no respondía a ningún tratamiento, y la psicoterapeuta llegó a plantearse quitarse la vida. “Me sentía muy incomprendida por la gente que me rodeaba y no encontraba ningún tratamiento que me hiciera mejorar. Era insoportable”, recordó.
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El diagnóstico que trajo alivio fue inesperado: el picor estaba causado por una afección específica en las vértebras del cuello. El prurito crónico se define como aquel que dura seis semanas o más sin una causa primaria identificable. En el caso de Patrícia, se trataba de prurito braquiorradial, una afección en la que una mala postura o un traumatismo menor provocan la compresión de las vértebras cervicales, afectando a los nervios e irradiando una sensación molesta a los brazos.
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Los síntomas comenzaron en 2019 con dolor en los brazos, sobre todo tras realizar un esfuerzo físico, y pronto evolucionaron a picor en el antebrazo izquierdo. “Al principio pensé que era una picadura de insecto, una irritación, pero se prolongó durante días y cada vez picaba más. Pronto se extendió a los dos brazos”, contó Patricia.
Acudió a varios especialistas, desde dermatólogos a alergólogos y traumatólogos, pero no encontró alivio. Incluso barajó la hipótesis de que el problema pudiera tener su origen en el cuello, ya que años antes le habían diagnosticado una hernia discal cervical, pero los médicos descartaron esta posibilidad.
Tras años de búsqueda, Patrícia encontró a un fisioterapeuta que le sugirió que podía tener prurito braquiorradial. “Estaba tan preocupada que empecé a desear que fuera prurito, quería una respuesta, entender qué era este problema, porque sentía que no tenía alternativas. Viajé para ver a un especialista y, en los primeros movimientos, ya sentí cierto alivio del picor”, agregó Patrícia.
Según el fisioterapeuta Abnel Alecrim, que trabaja en Campinas (Brasil) y está especializado en esta dolencia, el prurito braquiorradial suele manifestarse en los brazos y, en casos más raros, en las piernas, dependiendo de las vértebras que estén comprimidas. “En todos los casos, sin embargo, los pacientes presentaban un prurito que comenzaba en los brazos y las investigaciones radiográficas confirmaban la compresión en las vértebras del cuello”, explicó Alecrim.
El tratamiento pasa por técnicas de fisioterapia, pero muchos médicos y pacientes no asocian los síntomas a un problema cervical, lo que lleva a un largo camino hasta el diagnóstico correcto. “Estos pacientes pueden ser tratados eficazmente, pero viven un peregrinaje interminable. Muchos son remitidos a psiquiatría, se les recetan antidepresivos, antihistamínicos y anticonvulsivos sin éxito. Pocos se dan cuenta de que los problemas de alineación de las vértebras pueden estar detrás del picor”, dice Alecrim.
El problema puede resolverse con ajustes posturales y ejercicios que reduzcan la inflamación del cuello. En el caso de Patrícia, tras mes y medio de tratamiento, los picores disminuyeron notablemente y desaparecieron por completo en tres meses. “Ahora, cuando siento picores, sé que tengo que ajustar la postura y hacer algunos de los ejercicios de fisioterapia que he aprendido. Llevo cuatro meses sin picores”, celebró Patrícia.