En julio de 1976, un suceso trágico y aterrador marcó la historia de Estados Unidos. En aquel momento, 26 niños de entre 5 y 14 años fueron secuestrados y enterrados vivos. El caso tuvo lugar en Chowchilla, California.

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El grupo regresaba de una excursión escolar en un autobús conducido por Frank Edward Ray, conocido como Ed, cuando de repente una furgoneta blanca bloqueó la carretera, obligando al conductor a detenerse. Al principio, lo que parecía un pequeño retraso pronto se convirtió en terror. Dos hombres armados con escopetas irrumpieron en el autobús y tomaron el control del vehículo. Y así, durante unas 11 horas, Ed y los niños se enfrentaron a una auténtica pesadilla.

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Los secuestradores, que pedían un rescate millonario, obligaron al conductor y a los estudiantes a bajar del autobús, uno a uno. Condujeron al grupo a un agujero en el suelo, donde enterraron un remolque. Su cautiverio era un espacio oscuro y claustrofóbico. Dentro sólo había jarras de agua, colchones, pan y cereales. A medida que pasaban las horas, las provisiones empezaron a agotarse. Como consecuencia, las paredes del vehículo empezaron a derrumbarse por el peso de la tierra, lo que intensificó el pánico entre las víctimas.

Las víctimas consiguieron escapar

Sin embargo, en medio de la angustia, surgió un rayo de esperanza. Michael Marshall, el mayor del grupo, decidió actuar. Él y los demás apilaron colchones en un intento de alcanzar la parte superior de la furgoneta y cavar para salir. “Cavó hasta quedar exhausto y siguió cavando. No se dio por vencido”, recordó Larry Park, uno de los estudiantes, en una entrevista con CBS News.

Aunque el miedo a encontrarse con secuestradores armados les perseguía, por suerte los criminales estaban dormidos en el momento de su huida. Tras 16 horas de sufrimiento, Ed y los niños consiguieron finalmente escapar.

Las secuelas del secuestro

Este crimen conmocionó al país, especialmente por tratarse de niños inocentes. Los secuestradores eran Frederick Newhall Woods IV y los hermanos Richard y James Schoenfeld. Aunque procedían de familias adineradas, habían acumulado deudas considerables.

Con la intención de pedir un rescate de 5 millones de dólares, fueron condenados a cadena perpetua con posibilidad de libertad condicional. En 2022, Woods, el último de los secuestradores, consiguió la cadena perpetua tras 46 años en prisión.