La muerte de un general de alto rango de las Fuerzas Armadas rusas en una explosión en Moscú ha provocado reacciones en Rusia.

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El teniente general Igor Kirillov, jefe de las Fuerzas de Defensa Nuclear, Biológica y Química (NBQ), murió el martes 17 de diciembre al estallar un artefacto oculto en un scooter.

El artefacto fue detonado a distancia y contenía unos 300 gramos de explosivos, según informaron fuentes de seguridad rusas a la agencia estatal de noticias Tass.

Fuentes de la BBC en los servicios de seguridad de Ucrania afirman que este país está detrás de la operación para asesinar a Kirillov en Moscú.

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Según ellas, Kirillov era «un objetivo legítimo», ya que se trataba de un criminal de guerra que dio órdenes para el uso de armas químicas prohibidas contra el ejército ucraniano.

El ex ministro de Defensa del Reino Unido Tobias Ellwood declaró a la cadena de noticias británica Sky News que los rusos deberían esperar «una gran represalia» por la muerte de Kirillov.

“Es una gran vergüenza para Putin. No podrá ocultárselo al pueblo ruso”.

Funcionarios rusos acusaron a Occidente de orquestar el asesinato de Kirillov. El teniente general era objeto de sanciones y demandas internacionales.

En mayo de este año, Estados Unidos acusó a Rusia de desplegar armas químicas como «método de guerra» en Ucrania, en violación de las leyes internacionales que prohíben su uso.

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En octubre, el Reino Unido sancionó a Kirillov, afirmando que era «responsable de ayudar a desplegar estas armas bárbaras».

Hamish de Bretton-Gordon, experto británico en armas químicas, afirma que Kirillov era un importante general ruso que había autorizado el uso de cloropicrina -un gas tóxico- a escala industrial.

El lunes 16 de diciembre, Ucrania acusó a Kirilov de cometer crímenes de guerra al autorizar el uso de armas químicas, en particular el lanzamiento de granadas de mano lacrimógenas desde drones.

El martes, tras la muerte del teniente general, el diputado de la Duma Estatal y general retirado del ejército Andrei Gurulyov declaró que Kirilov era una persona que «comprendía y rastreaba toda la actividad criminal de Estados Unidos y sus satélites, incluidos sus laboratorios biológicos criminales y la propagación de armas químicas y biológicas».

Gurulyov pidió una «respuesta dura» que incluya «ataques a las autoridades anglosajonas».

El presidente del Comité de Defensa de la Duma Estatal, Andrei Kartapolov, prometió encontrar y castigar a «los responsables de organizar y llevar a cabo» el asesinato de Kirillov «sin importar quiénes sean ni dónde se encuentren».

En Telegram, la portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores ruso, Maria Zakharova, escribió que Kirilov “pasó muchos años exponiendo sistemáticamente los crímenes de los anglosajones”.

El primer ministro británico, Keir Starmer, comentó la muerte de Kirilov el martes y subrayó la importancia de reforzar el apoyo de la alianza militar de la OTAN a Ucrania.

“Debemos apoyar a Ucrania. Creo que se trata de una situación en desarrollo. Pero el debate de esta mañana ha sido muy claro sobre la necesidad estratégica de que la OTAN apoye, como lo hacemos nosotros, a Ucrania en este periodo crítico”, declaró Starmer.

La estrategia de Ucrania

Para el corresponsal de Defensa de BBC News, Jonathan Beale, el asesinato de Kirillov por parte de los ucranianos no es un hecho aislado ni aleatorio, sino que forma parte de una estrategia ucraniana.

“Los servicios de seguridad ucranianos parecen estar intensificando sus ataques contra altos cargos rusos vinculados a hechos concretos o con conocimientos clave para la guerra de Rusia en Ucrania”, añadió Beale.

El mes pasado, un coche bomba mató en Crimea a Valery Trankovsky, un alto cargo de la marina rusa. Una fuente del Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU) declaró al diario Kyiv Independent que Trankovsky era un criminal de guerra que ordenó ataques con misiles de crucero contra objetivos civiles en Ucrania.

La inteligencia ucraniana estaría detrás del asesinato de un científico ruso, Mikhail Shatsky, cerca de Moscú la semana pasada. Al parecer, participaba en el programa ruso de misiles y en el desarrollo de software de inteligencia artificial para aviones no tripulados.

El periodista de seguridad de la BBC Frank Gardner afirma que Kirilov dio supuestamente la orden de desplegar el agente químico cloropicrina contra las tropas ucranianas atrincheradas en la línea del frente en la región de Donbás.

La cloropicrina, utilizada en la Primera Guerra Mundial, es un gas antidisturbios tóxico cuyo uso en la guerra está prohibido por la Convención sobre Armas Químicas, tratado que Rusia ha firmado.

La sustancia causa irritación y dolor extremos en los ojos y los pulmones y -aunque no suele ser letal en espacios abiertos donde puede dispersarse- tiene un evidente beneficio táctico en el campo de batalla.

“Para algunos occidentales, el teniente general Kirillov era un personaje ridículo, casi cómico, propenso a difundir teorías absurdas sin fundamento. Por ejemplo, habría afirmado que Covid era un complot de Estados Unidos para infectar Rusia”, agregó Gardner.

Rusia niega tener armas químicas. Rusia afirma que terminó de destruir su vasto arsenal de armas químicas el 27 de septiembre de 2017, en un acto al que asistió Putin.