El demonio de Tasmania, uno de los símbolos de la fauna australiana, es el marsupial carnívoro más grande del mundo. Aunque su fama de «demonio» se debe a su comportamiento intimidatorio y a sus aterradoras vocalizaciones, el animal desempeña un papel esencial en el ecosistema, principalmente como consumidor de cadáveres que podrían atraer el exceso de insectos.

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Aunque pequeño -los machos llegan a medir 65 cm y pesar 11 kg-, el demonio de Tasmania compensa su tamaño con un temperamento feroz y una resistencia admirable. Este curioso marsupial se encuentra exclusivamente en Tasmania, la isla que da nombre a la especie, y en algunas zonas cercanas más pequeñas.

Antes de ganarse el nombre científico de Sarcophilus harrisii -que significa «amante de la carne» en latín-, el demonio de Tasmania se confundía con otras especies. Al principio, sus orejas redondeadas llevaron al naturalista George Harris, en 1808, a clasificarlo como Didelphis ursina, por su parecido con un oso pequeño. Más tarde, se adoptó el nombre actual para reflejar su naturaleza carnívora y honrar a Harris.

Los demonios de Tasmania tienen características notables que les ayudan a sobrevivir en entornos salvajes. Su olfato es tan agudo que pueden detectar presas a más de un kilómetro de distancia, mientras que sus bigotes -conocidos como vibrisas- les ayudan a localizar comida. Aunque su visión es monocroma, limitada a tonos blancos y negros, es eficaz para captar movimientos a distancia.

Otro punto curioso es el uso de la cola, que almacena grasa como reserva energética y le ayuda a mantener el equilibrio cuando corre. Las garras, permanentemente expuestas, son útiles para excavar y agarrar objetos, mientras que las patas traseras, más sencillas, son ideales para desplazarse por terrenos irregulares.

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Como otros marsupiales, las hembras del demonio de Tasmania tienen bolsas donde permanecen sus crías después del parto. La competencia entre los recién nacidos es intensa y sólo sobreviven los más fuertes. Al cabo de 105 días, las crías abandonan la bolsa y, para evitar a los depredadores -incluidos los adultos de la misma especie-, se suben a los árboles para protegerse.

En la actualidad, el demonio de Tasmania se enfrenta a graves riesgos de extinción, principalmente debido al cáncer facialmente transmisible, que amenaza a las poblaciones salvajes. Los proyectos de conservación han sido clave para garantizar la supervivencia de esta especie única, crucial para el equilibrio ecológico de las islas australianas.

Comprender y proteger al demonio de Tasmania no es sólo preservar una curiosidad faunística, sino garantizar el funcionamiento de todo un ecosistema.