Deborah Vanini, residente en Como (Italia), llevaba una vida tranquila hasta que recibió dos noticias sorprendentes el mismo día: estaba embarazada y le habían diagnosticado un cáncer avanzado. El diagnóstico la conmocionó aún más, pues los médicos le dijeron que la enfermedad estaba en etapa 4, con metástasis que requerían un tratamiento agresivo. Sin embargo, los médicos le advirtieron de que el tratamiento podría poner en peligro la vida de su bebé.
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Con el futuro de su hija en juego, Deborah tomó una valiente decisión. Renunció al tratamiento para garantizar la seguridad de Megan, a la que ya quería profundamente. Aunque conocía las consecuencias, Deborah antepuso la vida de su hija a la suya propia y rechazó los fármacos que podían ser mortales para el feto. Esta decisión reflejaba un amor incondicional y desinteresado.
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Megan nació sana el 18 de septiembre, con 35 semanas y 1,9 kg de peso. El parto estuvo plagado de complicaciones, pero al ver a su hija, Deborah sintió que su sacrificio había merecido la pena. Describió el momento como un milagro. Tras el parto, Deborah disfrutó de dos meses con Megan y su pareja, Massimo, que estuvo a su lado y fue su «roca» durante todo el proceso.
Por desgracia, la enfermedad no permitió a Deborah sobrevivir más tiempo. Murió el 26 de noviembre a los 38 años. Ampliamente reconocida como un ejemplo de amor incondicional, su sacrificio conmovió a todo el mundo. En las redes sociales, el Presidente de Lombardía, Attilio Fontana, destacó su decisión como un acto de gran valor y amor, recordando lo dispuesta que estaba a dar su vida por la hija a la que tanto quería.