En un movimiento diplomático significativo, el príncipe heredero Mohammed bin Salman ha anunciado planes ambiciosos de invertir 600 mil millones de dólares en Estados Unidos durante los próximos cuatro años, reavivando la compleja relación bilateral.

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La propuesta, comunicada directamente a Donald Trump tras una conversación telefónica, representa un compromiso económico masivo que podría redefinir las dinámicas geopolíticas en Oriente Medio. La Saudi Press Agency destacó la intención de expandir inversiones y comercio, aunque sin detallar específicamente la distribución de los fondos.

El anuncio se produce en un contexto de transformación geoeconómica. Estados Unidos gradualmente reduce su dependencia del petróleo saudita, mientras que el reino busca diversificar su economía. El proyecto Neom, una megalópolis futurista en el desierto, simboliza estas aspiraciones de modernización.

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A pesar de controversias previas, como el asesinato del periodista Jamal Khashoggi, Trump mantuvo sólidas relaciones con la monarquía saudita. La nueva promesa de inversión sugiere que estos lazos diplomáticos y económicos permanecen estratégicamente importantes.

El compromiso llega en un momento de desafíos económicos globales, con los precios del petróleo aún resintiendo los efectos de la pandemia. Sin embargo, Arabia Saudita mantiene su visión de expansión, preparándose incluso para ser sede del Mundial de Fútbol de 2034.

Esta inversión podría marcar un punto de inflexión en las relaciones económicas entre ambos países, trascendiendo las tradicionales conexiones petroleras hacia una colaboración más diversificada y compleja.