La historia de Edward Mordake está rodeada de misterio y fascinación. Nacido en el siglo XIX, era un noble inglés con una apariencia única: además de una cara ordinaria en la parte frontal de su cabeza, tenía otra cara, sumergida en la parte posterior. Aunque no podía ver ni hablar, la segunda cara de Mordake podía reír y llorar. Expresaba emociones a través de una sonrisa siniestra o una risa inquietante.

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La gente creía que los ojos de la cara posterior le seguían. La leyenda cuenta que esta cara susurraba palabras horribles, sólo aptas para el infierno. Atormentado, Mordake suplicaba a los médicos que le extirparan su «cara de demonio». Sin embargo, ninguno se arriesgó a llevar a cabo tal procedimiento.

A los 23 años, Edward se suicidó, dejando una nota en la que pedía que le destruyeran la cara para encontrar la paz en la eternidad. La historia fue documentada por primera vez en 1895 por el escritor Charles Lotin Hildreth. Los médicos que publicaron sobre el caso en 1896 confirmaron la belleza del rostro del anverso, pero describieron la cara del reverso como una imagen bella pero aterradora.

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Aunque se cuestiona la veracidad del caso, los expertos señalan que la rara afección médica denominada Craniopagus parasiticus podría explicar la anomalía. Sin embargo, esta afección no explicaría la inteligencia de la segunda cara.

Por último, nunca se ha demostrado la existencia de Mordake. Lo que muchos creen que es su foto es en realidad una réplica de cera hecha para ilustrar su historia. La leyenda, sin embargo, sigue asombrando a día de hoy.