El gas natural dejó de fluir por un gasoducto que va de Rusia a Ucrania el miércoles 1, según funcionarios de ambos países.
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Los efectos de la interrupción, aunque esperada desde hace tiempo, podrían repercutir en el sector energético europeo y afectar potencialmente a la capacidad de Moscú para financiar su guerra en Ucrania.
¿Qué ha ocurrido?
Ucrania se negó a renovar un acuerdo que permitía a Rusia enviar gas natural a través de un gasoducto a Europa. El acuerdo se cumplió incluso después de que Rusia invadiera Ucrania en 2022, iniciando el conflicto europeo más sangriento desde la Segunda Guerra Mundial.
El gasoducto Urengoy-Pomary-Uzhgorod se construyó en la era soviética para transportar gas siberiano a los mercados europeos. Se convirtió en el principal conducto hacia la frontera de Ucrania con Eslovaquia desde Siberia, pasando por la ciudad de Sudzha -que ahora está bajo control del ejército ucraniano- en la región rusa de Kursk.
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El gasoducto era el último gran corredor de gas de Rusia a Europa tras el ataque en 2022 al gasoducto Nord Stream a Alemania -probablemente a través de Ucrania- y el cierre de una ruta a través de Bielorrusia a Polonia.
¿Por qué ha ocurrido esto ahora?
El Presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, había advertido durante meses que no renovaría el contrato de cinco años, que expiraba a medianoche del 31 de diciembre. El acuerdo se firmó antes de que Rusia invadiera Ucrania, pero después de su toma de Crimea.
Ucrania y sus aliados occidentales quieren socavar la capacidad de Moscú para financiar su esfuerzo bélico y limitar la capacidad del Kremlin para utilizar la energía como palanca en Europa. Según los analistas, el cierre del gasoducto podría reducir los ingresos de Rusia por la venta de gas en unos 6.500 millones de dólares al año.
Pero esto conlleva algunos riesgos para Ucrania. Rusia podría decidir bombardear la red de gasoductos de Ucrania, que hasta ahora se ha librado en gran medida de los ataques, ahora que tiene pocos incentivos para dejarlos intactos, según los analistas militares.
¿Qué significará esto para Europa?
La expiración del acuerdo de tránsito de gas se esperaba desde hace tiempo, lo que ha dado tiempo a los países europeos para prepararse. No se espera que tenga un efecto sustancial en los precios del gas porque hay suministros alternativos disponibles.
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Moscú redujo el suministro de gas a Europa tras la invasión de Ucrania en 2022, lo que disparó la factura energética y obligó a muchos gobiernos a presentar paquetes de emergencia para ayudar a empresas y ciudadanos en dificultades. En respuesta, la mayoría de los Estados miembros de la UE redujeron su dependencia del gas ruso y buscaron suministros alternativos en Azerbaiyán y otros lugares.
En 2021, Rusia suministraba más del 40% del gas importado que consumía la Unión Europea, pero esta cifra ha disminuido drásticamente en los tres años transcurridos desde el inicio de la guerra en Ucrania. La cuota de Rusia en las importaciones europeas de gas cayó a menos del 15% el año pasado, según la Unión Europea.
El gasoducto que atraviesa Ucrania sólo representó alrededor del 5% de las importaciones europeas de gas el año pasado, pero podría tener repercusiones al restar suministro a un mercado ya de por sí restringido.
La interrupción también podría añadir más presión a un sector ya sometido a tensiones. Los mercados europeos de gas natural han estado tensos este año. Los precios de referencia han subido más de un 50% en el último año, aunque siguen muy por debajo de los máximos alcanzados justo después de la invasión rusa.
Lo que preocupa a los observadores del mercado no es tanto que los países se queden sin gas, sino que suministrarles combustible sea más complejo y caro. Los precios del gas natural en Europa son aproximadamente cuatro veces superiores a los de Estados Unidos.
“El impacto real que veo es que costará más conseguir suministros alternativos de gas para países como Eslovaquia, Austria y la República Checa”, afirmó Natasha Fielding, responsable de precios del gas en Europa de Argus Media, una empresa de estudios de mercado.
Los países más afectados Incluso después de la invasión rusa, tres Estados miembros de la Unión Europea -Austria, Hungría y Eslovaquia- siguieron comprando grandes cantidades de energía a Rusia.
El gobierno austriaco declaró el miércoles que se había preparado con antelación y había encontrado proveedores fuera de Rusia. OMV, la compañía energética austriaca, dijo el mes pasado que había puesto fin a sus contratos con Gazprom y que estaba «bien posicionada» con fuentes alternativas.
Hungría, que presionó para que se mantuviera abierto el gasoducto ucraniano, recibe la mayor parte del gas ruso a través del gasoducto TurkStream.
El primer ministro eslovaco, Robert Fico, es amigo del líder ruso, Vladimir Putin, y el país depende en gran medida del gas ruso.
Fico había amenazado con cortar el suministro eléctrico en represalia contra Ucrania si no prorrogaba el acuerdo de tránsito de gas. El Ministro de Economía eslovaco declaró el martes que su país no sufrirá escasez.
Otros países europeos no pertenecientes a la UE también han seguido comprando a Rusia, entre ellos Serbia y otros países balcánicos. Moldavia, también fronteriza con Ucrania, es probablemente el país europeo más afectado. En diciembre declaró el estado de emergencia por temor a que el fin del suministro de gas ruso a través de Ucrania pusiera en peligro su principal fuente de electricidad: una central eléctrica de gas situada en la región secesionista de Transnistria, apoyada por Rusia. Las autoridades declararon esta semana que la electricidad procedente de la vecina Rumanía permitiría a Moldavia evitar una crisis energética.
La compañía energética de la región separatista comunicó el miércoles a sus clientes que dejaría de suministrar gas para calefacción a las viviendas particulares de ciudades, pueblos y aldeas. La compañía suministrará gas para cocinar «hasta que la presión en la red baje a un nivel crítico», dijo en un comunicado en Telegram.
El hecho de que Rusia se arriesgue a perjudicar a sus propios representantes en Transnistria, ocupada por tropas rusas desde hace más de tres décadas, es una muestra de cómo la guerra en Ucrania ha alterado las prioridades de Moscú.