En un giro dramático de la política migratoria estadounidense, Donald Trump anunció este miércoles 29 de enero una controvertida iniciativa para transformar la prisión de Guantánamo. El presidente firmará un decreto ordenando a los Departamentos de Defensa y Seguridad Interna que preparen las instalaciones para albergar a 30.000 inmigrantes indocumentados, duplicando así la capacidad actual de detención.
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La caracterización que Trump hace de los futuros detenidos refleja su retórica habitual sobre la inmigración. El mandatario asegura que algunos de estos inmigrantes son «tan peligrosos» que ni siquiera confían en sus países de origen para mantenerlos encarcelados, destacando la naturaleza de Guantánamo como un lugar «del que es difícil escapar».
La reacción internacional no se hizo esperar, con Cuba liderando las críticas. El presidente Miguel Díaz-Canel calificó la medida como un «acto de brutalidad», señalando que los inmigrantes compartirían espacio con las tristemente célebres instalaciones de tortura en territorio cubano ocupado ilegalmente por Estados Unidos. El canciller Bruno Rodríguez reforzó esta postura, denunciando el desprecio por la condición humana y el Derecho Internacional.
La historia de Guantánamo como centro de detención es larga y controvertida. Inaugurada en 2002 como parte de la «guerra contra el terrorismo» de George W. Bush tras el 11-S, la prisión ha albergado a cientos de detenidos, incluyendo miembros de Al Qaeda, y ha sido objeto de críticas constantes por sus condiciones de detención y el uso documentado de tortura.
Una investigación reciente del New York Times reveló una faceta menos conocida de Guantánamo. Según documentos oficiales, la base militar ha funcionado durante décadas como centro de detención para migrantes interceptados en el mar, aunque en áreas separadas de los prisioneros acusados de terrorismo.
Las condiciones de detención de los migrantes han sido objeto de denuncias por parte de organizaciones de derechos humanos. Los testimonios describen vigilancia durante las llamadas a abogados, uso forzado de gafas oscuras durante los traslados y condiciones sanitarias deplorables que han llevado a una infestación de ratas en las instalaciones.
Este anuncio se enmarca en la campaña anti-inmigración de Trump, quien ha estado denunciando una supuesta «invasión» de inmigrantes a los que acusa de «envenenar la sangre» de Estados Unidos. Sus afirmaciones sobre el aumento de la criminalidad asociada a la inmigración contradicen las estadísticas oficiales disponibles.
La propuesta de Trump representa un nuevo capítulo en la historia de Guantánamo, una instalación que los presidentes demócratas Obama y Biden prometieron cerrar sin éxito. Esta expansión propuesta transformaría significativamente su función, convirtiéndola en un símbolo aún más controvertido de la política migratoria estadounidense.