El bombero Charlie Hawes estaba en el cuarto día de su turno de 96 horas cuando el 7 de enero se declaró el incendio de Eaton cerca de su casa en Altadena. Estaba a punto de recoger la cena cuando recibió la llamada sobre un incendio en el cañón. Inmediatamente se dio cuenta de que el viento soplaba hacia su casa, donde estaban su madre, su padre, su hijo de 2 años y su abuelo de 95.
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Hawes les llamó y, a pesar de la desesperación de su madre, le pidió que se calmara y se preparara para evacuar. Las evacuaciones en el barrio aumentaron y tuvo que actuar con rapidez. Cuando llegó a la calle cercana a la casa de sus padres, dijo a los vecinos que se marcharan, ya que el fuego estaba cada vez más cerca. Sin embargo, el tiempo estaba fuera de control, con vientos de 80 a 100 millas por hora, y el fuego avanzaba más rápido de lo que él podía imaginar.
Mientras ayudaba en la evacuación, Hawes escuchó por la radio que empezaban a destruirse casas. Cuando se enteró de que el fuego se acercaba a su casa, corrió a avisar a su familia. Cuando llegó al lugar, consiguió revisar la casa, pero el tejado ya estaba completamente envuelto en llamas.
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A pesar de todo, su madre le consoló, recordándole que, al fin y al cabo, la familia estaba a salvo. Tres días después, volvió al trabajo, decidido a seguir adelante. La comunidad se unió para ayudarle, recaudando más de 50.000 dólares. Hawes sigue firme en su misión, sirviendo a la comunidad con la misma dedicación de siempre, incluso ante semejante pérdida.