La administración estadounidense ha planteado una controvertida propuesta a Moscú: utilizar los aproximadamente US$ 300 mil millones de reservas rusas bloqueadas en el extranjero para financiar la reconstrucción del territorio ucraniano devastado por el conflicto.

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Las negociaciones se inauguraron en la capital saudí, donde representantes de Moscú y Washington mantuvieron un histórico encuentro el martes. La notable ausencia de delegados ucranianos y europeos ha desencadenado tensiones diplomáticas entre las capitales estadounidense y ucraniana.

Según revela Reuters, la contrapropuesta rusa plantea destinar un tercio de estos fondos a la rehabilitación de las regiones bajo su control en el este y sur ucraniano. Con la península de Crimea ya incorporada desde 2014, el régimen de Putin mantiene bajo su influencia el 20% del territorio ucraniano, una realidad que Washington parece dispuesta a aceptar.

Fuentes cercanas a las conversaciones en Moscú confirman que esta cuestión forma parte de un diálogo más amplio sobre el levantamiento gradual de sanciones, incluida la reconexión de Rusia al sistema SWIFT. Sin embargo, señalan que la propuesta no ha sido bien recibida por el lado ruso.

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La resistencia del Kremlin resulta comprensible: Putin y su círculo consideran el congelamiento de fondos, mayoritariamente depositados en Bélgica, como un acto de piratería financiera. En respuesta, Moscú ha procedido a nacionalizar o transferir a propietarios rusos numerosos activos occidentales.

Este intercambio evidencia que, pese al acercamiento de Trump hacia Rusia, persiste una profunda desconfianza mutua. Los analistas en Moscú observan la situación con una mezcla de optimismo y recelo, temiendo que Washington busque debilitar la alianza estratégica ruso-china. No es casualidad que el Kremlin haya anunciado este viernes un próximo diálogo entre Putin y Xi Jinping.

Los fondos en cuestión, mayoritariamente invertidos en títulos del Tesoro de países europeos (US$ 200 mil millones), además de activos estadounidenses, británicos y japoneses, representan casi la mitad de las reservas internacionales rusas declaradas en 2024, valoradas en US$ 627 mil millones.

La magnitud de estas cifras complica el acuerdo, aunque también plantea interrogantes sobre la financiación de los territorios ocupados. El acuerdo de paz que estuvo cerca de materializarse al inicio del conflicto no contemplaba esta cuestión, aunque Kiev aceptaba una cesión temporal de territorios sujeta a revisión en un plazo de 15 años.

El panorama actual resulta incierto, especialmente considerando que esta concesión territorial era inadmisible para el gobierno de Zelenski antes del retorno de Trump al poder.

Moscú ya ha asignado US$ 60 mil millones en sus presupuestos 2023-2024 para las regiones de Lugansk, Donetsk, Zaporiyia y Kherson, anexadas ilegalmente en 2022. Las obras avanzan con celeridad, aunque una porción significativa de los fondos se destina a programas clasificados, presumiblemente de carácter militar.

El Banco Mundial calcula que la reconstrucción de las zonas controladas por Kiev requeriría al menos US$ 486 mil millones.

El G7, que anteriormente contaba con Rusia entre sus miembros, respaldó en 2024 la utilización de los fondos congelados del Kremlin para la reconstrucción ucraniana.

Esta iniciativa genera inquietud en China y en naciones no alineadas como India y Brasil. Temen que se establezca un precedente peligroso que cuestione la inviolabilidad de las reservas internacionales en situaciones de conflicto. El Banco Central Europeo comparte estas preocupaciones, advirtiendo sobre el potencial impacto en la credibilidad del euro como moneda de reserva.