Desde su primer mandato (2017-2021), Donald Trump ha dejado clara su ambición de recibir el Premio Nobel de la Paz, un galardón que su predecesor, Barack Obama, obtuvo en 2009. A pesar de haber sido nominado en múltiples ocasiones, el expresidente estadounidense nunca ha logrado igualar ese reconocimiento, algo que sigue siendo motivo de frustración para él.
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Ahora, de regreso en la Casa Blanca, Trump ha lanzado propuestas polémicas para intentar mediar en conflictos internacionales, particularmente en la guerra entre Rusia y Ucrania y la crisis en Gaza. Mientras algunos observadores creen que estas iniciativas podrían responder a un interés genuino por la paz, otros consideran que forman parte de una estrategia personal para obtener el tan ansiado reconocimiento.
Un Nobel esquivo y una estrategia de presión
Trump no ha ocultado su descontento por no haber sido galardonado. “Nunca me darán el Premio Nobel de la Paz”, se quejó recientemente ante periodistas. “Lo merezco, pero no me lo darán”. Sin embargo, aunque su deseo por recibir el premio es evidente, sus declaraciones y decisiones podrían estar afectando sus posibilidades.
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Uno de sus movimientos más recientes ha sido una conversación telefónica con Vladimir Putin, que él mismo describió como el “inicio de las negociaciones para poner fin a la guerra en Ucrania”. Además, representantes rusos y estadounidenses han sostenido reuniones en Arabia Saudita, lo que ha generado especulación sobre un posible acuerdo de paz promovido por Washington.
Durante su campaña electoral, Trump prometió que podría resolver la guerra en Ucrania en “24 horas”. Sin embargo, ahora reconoce que se trata de un proceso más complejo y ha extendido su estimación a al menos seis meses. A pesar de ello, sus aliados temen que su postura conduzca a concesiones que dejen a Europa y a la propia Ucrania en una posición vulnerable.
En redes sociales, Trump ha avivado la polémica al calificar al presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, como un “dictador” y advertir que si no actúa con rapidez, “podría quedarse sin país”. Estas afirmaciones han generado preocupación, pues sugieren una visión de la guerra alineada con los intereses de Moscú.
El conflicto en Gaza y una propuesta condenada internacionalmente
El interés de Trump por consolidar su imagen como pacificador no se limita a Ucrania. En Medio Oriente, ha presentado una controvertida propuesta que contempla el desplazamiento de dos millones de palestinos y la ocupación total de Gaza por parte de Israel. Esta idea ha sido condenada internacionalmente, ya que el derecho internacional prohíbe los desplazamientos forzados de poblaciones.
A pesar de ello, la Casa Blanca ha defendido la postura del presidente. “Su objetivo es una paz duradera en Medio Oriente para todos los pueblos de la región”, aseguró su portavoz, Karoline Leavitt. Sin embargo, expertos advierten que la expulsión forzada de comunidades no es una solución viable para alcanzar la estabilidad.
“El derecho internacional no solo prohíbe este tipo de medidas, sino que la historia ha demostrado que la paz duradera no se logra mediante expulsiones o tomas territoriales, sino con diplomacia y esfuerzos reales de resolución de conflictos”, explicó Henrik Urdal, director del Instituto de Investigación para la Paz de Oslo (PRIO).
El experto subrayó que el Comité Nobel evalúa no solo acciones individuales, sino también el contexto en el que se desarrollan. “Si Trump ordenara el desplazamiento de millones de personas en Gaza, violando el derecho internacional, eso dañaría gravemente cualquier posibilidad que tuviera de obtener el premio”, advirtió.
Trump y su retórica de expansión territorial
En su nuevo mandato, Trump ha emitido declaraciones que recuerdan al imperialismo estadounidense del siglo XIX. Entre ellas, ha sugerido que no descarta utilizar presión económica o fuerza militar para adquirir Groenlandia de Dinamarca o recuperar el control del Canal de Panamá.
“Las amenazas de anexar territorios extranjeros, incluso considerando el uso de la fuerza militar, socavan el respeto por el derecho internacional y las fronteras nacionales”, afirmó Urdal. “Si realmente quiere ganar el Nobel, debería dejar de hablar de apropiarse de tierras ajenas”.
Una fijación con el Nobel
Trump ha expresado en múltiples ocasiones su frustración por no haber recibido el premio. En discursos públicos y reuniones privadas, ha manifestado que considera injusto que Barack Obama lo haya obtenido tan rápidamente tras asumir la presidencia.
Durante un mitin en Las Vegas el año pasado, se quejó ante sus seguidores: “Obama fue elegido y de inmediato anunciaron que recibiría el Premio Nobel. Yo gané una elección mucho más grande, mejor y más difícil, pero no me lo dieron”.
A pesar de estas declaraciones, Trump sigue en la búsqueda del reconocimiento. En su discurso de investidura, prometió que su legado se basaría en ser un “pacificador y unificador” y que su éxito se mediría “no solo por las batallas que ganemos, sino por las guerras que terminemos”.
Aunque muchos lo ven como un político polarizador con un estilo agresivo, algunos analistas creen que su deseo por el Nobel podría impulsarlo a mediar en conflictos globales. “Podemos burlarnos de su obsesión por el premio, pero su vanidad podría ser un incentivo para lograr acuerdos de paz en varios puntos calientes del mundo”, escribió Rahm Emanuel, exjefe de gabinete de Obama, en un artículo de The Washington Post.
Las oportunidades de Trump en la política internacional
Trump ya ha sido nominado al Nobel en el pasado por su papel en la mediación de los Acuerdos de Abraham, que llevaron a la normalización de relaciones entre Israel y varios países árabes en 2020. También fue propuesto por sus intentos de negociar con Corea del Norte y su intervención en la reconciliación entre Kosovo y Serbia.
Ahora, con múltiples conflictos activos en el mundo, tiene nuevas oportunidades para demostrar su capacidad como negociador. Según Evelyn Farkas, exfuncionaria del Departamento de Defensa de EE.UU., si Trump lograra alcanzar una paz justa y duradera en Ucrania con garantías de seguridad para Kyiv, podría merecer el Nobel.
“Si presiona a Putin para garantizar la soberanía de Ucrania y encontrar una solución aceptable para ambas partes, podría ser considerado seriamente”, explicó Farkas. No obstante, advirtió que no bastaría con un acuerdo superficial, sino que sería necesaria una paz estable y sostenible.
El conflicto en Medio Oriente también representa un desafío y una oportunidad para Trump. La escalada de tensiones entre Israel, Palestina, Líbano, Siria, Irán y otros actores regionales podría poner a prueba su habilidad diplomática.
“Estamos en un punto crítico en el Medio Oriente”, dijo Farkas. “Podríamos ver una estabilidad sin precedentes o una inestabilidad continua, y en gran medida depende de la capacidad de EE.UU. para ejercer presión en ambas direcciones”.
Además, resolver disputas en otras regiones, como el conflicto entre Armenia y Azerbaiyán o la crisis en Venezuela, podría mejorar su perfil como candidato al Nobel.
Un premio lleno de controversias
A lo largo de la historia, el Nobel de la Paz ha sido otorgado a figuras polémicas. En 1973, Henry Kissinger lo recibió en medio de la Guerra de Vietnam, lo que llevó a la renuncia de dos miembros del Comité Nobel en protesta.
Más recientemente, el primer ministro etíope Abiy Ahmed, galardonado en 2019, fue criticado después de que su gobierno ordenara una ofensiva militar en Tigray que dejó miles de muertos.
El Comité Nobel, consciente de estos precedentes, es cauteloso al conceder el premio a líderes políticos en ejercicio. “Saben que existe el riesgo de premiar a un jefe de Estado que luego podría actuar de manera contraria a los principios de paz”, señaló Urdal.
Si bien Trump tiene la oportunidad de lograr un acuerdo internacional significativo, el desafío radica en si realmente está dispuesto a actuar como un pacificador o si su búsqueda del Nobel sigue siendo, como muchos sospechan, un ejercicio de vanidad.