Un equipo de paleontólogos ha desenterrado en el desierto de Gobi, Mongolia, los restos de una nueva especie de dinosaurio que presenta características extraordinarias. El hallazgo incluye una garra de casi 30 centímetros de longitud con su vaina de queratina completamente intacta, lo que la convierte en la garra de dinosaurio mejor conservada jamás descubierta.
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La nueva especie, bautizada como Duonychus tsogtbaatari en honor al paleontólogo mongol Khishigjav Tsogtbaatar, presenta una morfología que recuerda a una peculiar mezcla entre un perezoso, una jirafa y el personaje de ficción Eduardo Manostijeras. Perteneciente a la familia de los terizinosaurios -dinosaurios terópodos herbívoros u omnívoros-, este ejemplar medía aproximadamente 3 metros de altura y pesaba unos 260 kilogramos.
Una garra excepcional
Lo que hace único este descubrimiento es la preservación sin precedentes de la vaina queratinosa que cubría la garra. «Normalmente solo encontramos el hueso subyacente, pero en este caso tenemos la estructura completa, lo que nos permite entender mejor su morfología real«, explicó la Dra. Darla Zelenitsky, coautora del estudio publicado en iScience. La garra, mucho más larga que el hueso que la sustentaba, habría sido utilizada principalmente para alcanzar y agarrar vegetación, aunque también podría haber servido como arma defensiva.
Además de las distintivas garras de dos dedos (característica rara entre dinosaurios), los investigadores encontraron partes fosilizadas de la columna vertebral, cola, caderas y extremidades. Según los análisis, este dinosaurio podría haberse sostenido en ramas de hasta 10 cm de diámetro. El Dr. Steve Brusatte de la Universidad de Edimburgo destacó que «mientras el T. Rex apenas usaba sus pequeños brazos, estos terizinosaurios dependían completamente de sus garras para alimentarse».
El descubrimiento es particularmente valioso porque preserva tejidos blandos que normalmente no fosilizan. El Dr. David Hone de la Universidad Queen Mary de Londres, aunque no involucrado en la investigación, destacó la importancia de poder estudiar la relación entre la queratina y el hueso subyacente. Los investigadores creen que, como otros terizinosaurios, esta especie probablemente estaba cubierta de plumas, añadiendo a su ya peculiar apariencia.
Este hallazgo no solo revela una nueva especie, sino que ofrece una ventana excepcional para comprender la anatomía y comportamiento de uno de los grupos de dinosaurios más enigmáticos. Como señaló Brusatte: «Es otro ejemplo de esos increíbles dinosaurios cuya existencia nunca habríamos imaginado de no ser por los fósiles».