Antes de morir en la mañana del lunes 21 de abril a los 88 años, el Papa Francisco dejó un mensaje que conmovió a fieles y líderes religiosos de todo el mundo. En su última aparición pública, durante la misa de Pascua celebrada en la plaza de San Pedro del Vaticano, el pontífice hizo tres peticiones: el fin de las guerras, la ayuda a los hambrientos y la libertad de los rehenes.
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El mensaje, leído por monseñor Diego Ravelli, Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias, fue escrito por el propio Papa, quien, a pesar de su debilidad, insistió en estar presente. Circuló entre los fieles y subrayó su deseo de mantener viva la esperanza de que ‘la paz es posible’. “Me gustaría que recuperáramos la esperanza de que la paz es posible”, dijo Francisco.
En su discurso, el Papa lamentó los conflictos armados en diferentes partes del mundo, en particular la guerra en la Franja de Gaza, e hizo un llamamiento directo para que las personas dejen de verse como enemigos. “En Gaza, un terrible conflicto sigue provocando muerte y destrucción y causando una crisis humanitaria dramática e indigna. Que la Pascua sea también una ocasión propicia para liberar a los prisioneros de guerra y a los presos políticos”, dijo.
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Otro punto llamativo del mensaje fue la mención a los pueblos que se enfrentan al hambre y la pobreza extrema como consecuencia de las guerras y la inestabilidad. “La población palestina pasa hambre y anhela un futuro en paz”, subrayó.
Por último, el Papa criticó la carrera armamentística mundial y defendió que cada país se ocupe de su defensa sin convertir esto en un motivo para más violencia. Para él, la solidaridad y la generosidad son los verdaderos caminos de la humanidad.
“No podemos permitirnos olvidar que lo que está en nuestro punto de mira no es un mero objetivo, sino personas con alma y dignidad”, declaró, impactando al mundo con su poderoso discurso.