La analista de marketing Leilana Luis, de Rodeio (Brasil), estaba embarazada de siete meses cuando perdió a su hijo mayor, Isaac, de 9 años, en un accidente fluvial en noviembre de 2024. El niño resbaló de una roca y fue arrastrado por la corriente. Tres días después, encontraron su cuerpo a un kilómetro de donde se le vio por última vez.
++ «Mi hijo fue atropellado dos veces frente a mis ojos», relata madre en conmovedor testimonio
“Por la tarde, fueron al río que hay detrás de su casa para bañar al perro. Isaac nunca iba a ese río, pero ese día pidió ir. Se resbaló de una roca, cayó al agua y la fuerte corriente lo arrastró rápidamente. Ella intentó salvarlo, pero la corriente se lo llevó hacia un lado y a ella hacia el otro”, contó Leilana a Crescer.
Embarazada de Efraim, su segundo hijo, se enfrentó al reto de lidiar con el dolor durante el final de su embarazo. “Fue todo un reto. Temía poner en peligro la salud de Efraim, pero pensé literalmente que iba a morir. El dolor era insoportable. Necesitaba cuidarme, pero sólo quería rendirme al dolor”, dijo.
Ante el riesgo de parto prematuro desde el principio, la cesárea se practicó a las 37 semanas: “Efraim nació en un parto muy difícil y, en cuestión de horas, me lo sacaron y lo llevaron a la UCI neonatal porque descubrieron una infección en la sangre. Pasó ocho días en cuidados intensivos, dos de ellos intubado. Sin duda, fue desgarrador lidiar con la pena de tener a un bebé en peligro de muerte en cuidados intensivos”.
Hoy, Efraim está bien y en casa. Ahora tiene un mes. Leilana compartió reflexiones sobre sus últimos días con Isaac en las redes sociales. El post, con más de 10 millones de visitas, le trajo recuerdos de las palabras de su hijo, que ahora entiende como despedidas.
“Se despidió varias veces. El mes antes de irse me preguntó: ‘¿Pero cómo estás segura de que voy a ir al cielo? Le expliqué por qué y le dije que tardaría unos 100 años. Me contestó: ‘Ah, mamá, pero ¿y si Jesús me recoge antes?”.
“Unos días antes de irse, me preguntó si había videojuegos en el cielo. La semana que se fue, nos dijo a mí y a sus abuelos que iba a vivir en el cielo porque amaba a Jesús y yo aún no me había dado cuenta de que se iba”.
El día de la muerte de Isaac, ambos desayunaron juntos. “Me besó, me abrazó y me dijo: ‘Que Dios te bendiga, mamá. Que estés bien, te quiero’. Y se fue para no volver. Creo que los niños sienten curiosidad por el cielo, pero en nuestro caso, esa curiosidad se convirtió en realidad. De hecho, no creo que supiera que se iba, pero sus ojos ya estaban puestos en la eternidad”, explicó.
A la pregunta de cómo ha afrontado el proceso de duelo, Leilana respondió: “Aprendiendo a caminar con una amputación para la que no hay prótesis. Algunos días son más duros, otros no tanto. Pero tengo que seguir adelante y ayudar a otras mujeres que pasan por el mismo dolor”.