Más de 470 días después de su exilio forzado, decenas de miles de palestinos iniciaron este lunes su ansiado retorno al norte de Gaza. El masivo movimiento humano avanza a pie, cargando maletas, niños y las pocas pertenencias que pudieron conservar durante su desplazamiento.

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La apertura del corredor Netzarim, que divide el territorio, forma parte de los acuerdos de alto el fuego entre Israel y Hamas que incluyen la liberación de rehenes. Durante días, los desplazados esperaron en las calles y playas con sus colchones, pertenencias y tanques de agua, anticipando el momento de regresar.

El retorno sufrió un retraso de 48 horas debido a acusaciones israelíes contra Hamas por supuestas violaciones en la liberación del rehén Arbel Yehud. Sin embargo, ambas partes lograron un nuevo acuerdo para liberar más rehenes este jueves y sábado, desbloqueando finalmente el paso de los desplazados.

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En medio de este delicado proceso, el presidente estadounidense Donald Trump generó una nueva controversia al revelar conversaciones con el rey de Jordania sobre planes para «limpiar» Gaza. Desde el Air Force One, Trump sugirió que tanto Jordania como Egipto deberían albergar a cientos de miles de palestinos, ya sea temporal o permanentemente.

«Estoy viendo toda Gaza ahora mismo y es un desastre, es un verdadero desastre», declaró Trump, proponiendo «involucrar a algunas naciones árabes y construir viviendas en un lugar diferente donde creo que tal vez podrían vivir en paz para variar».

La propuesta estadounidense encontró un rechazo inmediato y contundente en la región. «Nuestra negativa al desplazamiento es una postura firme que no cambiará», declaró el ministro de Asuntos Exteriores jordano, Ayman Safadi, recordando que su país ya alberga a más de 2,39 millones de refugiados palestinos registrados.

Egipto, que también acoge a numerosos refugiados de diversos conflictos, reiteró su oposición al «desplazamiento de los palestinos de sus tierras a través del desalojo forzoso», advirtiendo que tales acciones amenazan la estabilidad y aumentan el riesgo de expandir el conflicto en la región.

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Los expertos señalan que los comentarios de Trump rompen con décadas de política exterior estadounidense, que tradicionalmente ha enfatizado una solución de dos Estados. Dana Stroul, ex subsecretaria adjunta de Defensa para Medio Oriente, advierte que esta propuesta alimenta la narrativa de que lo que Israel y Estados Unidos realmente buscan «no es un estado palestino que viva junto a Israel, sino obligarlos a irse a otro lugar».

La presidencia palestina fue categórica al rechazar el plan, calificándolo como «una flagrante violación de las líneas rojas». El movimiento Hamas declaró que «rechazará categóricamente cualquier plan para deportarlos y desplazarlos de su tierra», mientras que grupos de derechos humanos denunciaron la propuesta como una potencial limpieza étnica.

Sin embargo, el plan encontró respaldo en sectores de la extrema derecha israelí. El ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, aplaudió la iniciativa argumentando que «solo el pensamiento innovador y las nuevas soluciones traerán una solución de paz y seguridad». Itamar Ben Gvir, líder del partido Otzma Yehudit, incluso instó al gobierno israelí a implementar medidas para fomentar la inmigración «ahora».

El retorno de los palestinos evoca dolorosos recuerdos de desplazamientos históricos: la Nakba de 1948, cuando 700.000 personas fueron expulsadas o huyeron durante la creación de Israel, y la Naksa de 1967, que provocó otra ola masiva de refugiados. Actualmente, existen unos 5,9 millones de refugiados palestinos en todo el mundo, la mayoría descendientes de aquellos desplazamientos.