Durante siglos, los seres humanos han reflexionado sobre la naturaleza de la vida y la muerte, y hasta ahora, sin razón aparente, habían definido la vida y la muerte como los dos extremos de un mismo polo, opuestos entre sí. Ahora, un estudio muestra resultados diferentes, llegando a un estado de «ni vida, ni muerte»

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Un grupo de biólogos celulares afirma que puede existir un «tercer estado» que rompe con las definiciones tradicionales de vida y muerte.

Según los científicos, la muerte se entiende generalmente como ‘el cese irreversible del funcionamiento global de un ser vivo’. Sin embargo, medidas como la donación de órganos muestran cómo tejidos, órganos y células pueden seguir viviendo durante algún tiempo tras la muerte de un organismo.

Dos biólogos, Peter Noble, profesor asociado de microbiología de la Universidad de Alabama en Birmingham, y Alex Puzhitkov, director de bioinformática de la Escuela Earl y Manella de Ciencias Biológicas de Hope City (Arkansas), analizaron en un artículo publicado en la revista The Conversation cómo la aparición de nuevos organismos multicelulares permite romper las limitaciones convencionales.

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Exploraron en profundidad los procesos que tienen lugar en los organismos tras la muerte y que permiten a las células seguir funcionando, posibilitando así el éxito de un trasplante de órganos.

La investigación demostró que las células de la piel aisladas de embriones de rana muertos pueden adaptarse espontáneamente a las condiciones de las placas de laboratorio (placas de Petri) y formar nuevas estructuras multicelulares llamadas xenobots.

Estas nuevas estructuras multicelulares también mostraban comportamientos que iban mucho más allá de sus funciones biológicas originales. Por ejemplo, las nuevas estructuras fabricadas a partir de células de embriones de rana muertos utilizaban sus cilios (protuberancias delgadas en forma de pelo) para moverse en su entorno, mientras que en los embriones de ranas vivas, estos cilios se utilizan normalmente para mover mucosidades.

Los xenobots también poseían la capacidad única de llevar a cabo la autorreplicación cinemática, lo que significa que podían replicar su forma física y su función sin tener en cuenta la vía de crecimiento tradicional.

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Los estudios han demostrado que las células pulmonares humanas también pueden ensamblarse espontáneamente en pequeños organismos multicelulares con capacidad de movimiento. Estos antropo-robots también mostraron nuevos comportamientos y estructuras propias y no sólo podían maniobrar en su entorno, sino también repararse a sí mismos y a las células nerviosas cercanas dañadas.

Los resultados de estas investigaciones revelaron notables adaptaciones de los sistemas celulares y pusieron en entredicho la idea de que las células y los organismos sólo evolucionan de formas predeterminadas.

Este concepto de «tercer estado» también sugería que el proceso de muerte del organismo puede influir considerablemente en cómo evoluciona la vida a lo largo del tiempo.

¿Puede conservarse la vida después de la muerte?

La capacidad de las células y los tejidos para sobrevivir y funcionar tras la muerte de un organismo depende de varios factores, como las condiciones ambientales, la actividad metabólica y los métodos de mantenimiento.

Los distintos tipos de células tienen tiempos de supervivencia diferentes. En los seres humanos, por ejemplo, los glóbulos blancos se destruyen normalmente entre 60 y 86 horas después de la muerte.

En cambio, las células de músculo esquelético de rata pueden regenerarse hasta 14 días después de la muerte y las de fibroblastos de oveja y cabra pueden implantarse alrededor de un mes después.

Para determinar si las células pueden seguir sobreviviendo y funcionando tras la muerte, es necesario prestar atención a sus actividades metabólicas. Mantener vivas las células que requieren un suministro constante y considerable de energía para llevar a cabo sus tareas es más difícil que las células que requieren menos energía.

Técnicas como la congelación pueden ayudar a ciertas muestras de tejido, como la médula ósea, a mantener la misma función.

Los mecanismos innatos de supervivencia también son esenciales para la vida continuada de células y tejidos. En los genes relacionados con el estrés y la inmunidad, los investigadores observaron un aumento significativo de la actividad post mortem, probablemente una respuesta a la pérdida de hemostasia (proceso que impide la pérdida de sangre de los vasos sanos y detiene la hemorragia de los vasos dañados).

Factores como los traumatismos, las infecciones y el tiempo transcurrido tras la muerte también influyen significativamente en la tasa de supervivencia de tejidos y células.

Variables como la edad, la salud, el sexo y el tipo de especie también influyen en las condiciones post mortem. Esto es especialmente evidente en los problemas asociados al cultivo y trasplante de células de los islotes de Langerhans (células responsables de la producción de insulina en el páncreas) de donantes a receptores de trasplantes de órganos.