Jalid Hanafi, ministro talibán, anunció un decreto que prohíbe a las mujeres adultas ser escuchadas por otras mujeres, así como la oración islámica o la recitación del Corán en público. Esta medida representa una más de las estrictas restricciones impuestas a la vida de las mujeres en Afganistán desde que el grupo recuperó el poder en 2021.

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Además, los talibanes prohíben a los profesionales de la salud reunirse con los maridos de las pacientes y prohíben a las mujeres leer o cantar en público. Deben cubrirse la cara y llevar ropa holgada para evitar tentaciones. Tampoco se permite a los hombres mirar a mujeres con las que no tengan lazos familiares.

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Samira, una comadrona de Herat, denunció la mayor supervisión de los talibanes: “Ni siquiera podemos hablar en los puestos de control de camino al trabajo y nos dicen que evitemos las conversaciones médicas con familiares varones en las clínicas”.

Hasta hace tres años, las mujeres afganas asistían a escuelas y universidades y trabajaban en diversas profesiones. Ahora, las activistas denuncian que la política de los talibanes hace insoportable la vida cotidiana y limita la libertad de movimiento, trabajo y expresión de las mujeres.

“¿Cómo pueden comprar pan, buscar atención médica o simplemente existir si hasta sus voces están prohibidas?”, se preguntaba una activista.