El presidente estadounidense Donald Trump escaló su retórica contra las manifestaciones estudiantiles, anunciando medidas drásticas que podrían transformar radicalmente el panorama educativo del país. A través de su plataforma Truth, lanzó advertencias contundentes sobre posibles deportaciones y arrestos para estudiantes tanto extranjeros como locales.
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Su comunicado amenazaba con interrumpir todo financiamiento federal a instituciones educativas que permitan lo que él denomina «manifestaciones ilegales». Con un lenguaje particularmente duro, Trump prometió consecuencias severas para los «agitadores», incluyendo deportación permanente o arresto.
Las declaraciones se producen en un contexto de creciente tensión tras las recientes manifestaciones pro-Palestina en diversos campus universitarios. El gobierno incluso consideró rescindir contratos millonarios con la Universidad de Columbia, argumentando una presunta falta de protección para estudiantes judíos.
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La ofensiva de Trump parece apuntar a una restructuración profunda del sistema educativo. Su estrategia busca debilitar el poder del gobierno federal, transfiriendo más control a los estados, en línea con la agenda conservadora que busca limitar narrativas sobre diversidad y derechos civiles.
El nombramiento de Linda McMahon, proveniente del mundo del entretenimiento de lucha libre, para un cargo educativo, simboliza su voluntad de desafiar los estamentos tradicionales. Mientras tanto, su retórica contra la cultura «woke» continúa siendo un elemento central de su discurso político.
Los conservadores presentan la educación como un campo de batalla ideológico, acusando a las instituciones académicas de adoctrinar a las nuevas generaciones con perspectivas progresistas sobre sexualidad y raza.