El Ártico se perfila como el nuevo campo de batalla geopolítico del siglo XXI. Un territorio vasto y estratégico donde las grandes potencias mundiales compiten silenciosamente por recursos e influencia, transformando lo que alguna vez fue un desierto de hielo en un escenario de confrontación internacional.
Rusia ha tomado la iniciativa con una impresionante demostración de poder militar. Con más de 50 rompehielos, incluyendo navíos nucleares capaces de atravesar capas de hielo de tres metros, el país ha establecido una presencia dominante en la región. En marzo de 2021, la marina rusa realizó un ejercicio sin precedentes, haciendo emerger simultáneamente tres submarinos nucleares a través del hielo ártico.
La OTAN y sus aliados no permanecen pasivos. La reciente adhesión de Finlandia y Suecia a la alianza ha modificado significativamente el equilibrio de poder. Estados Unidos mantiene bases estratégicas como la Base Aérea de Thule en Groenlandia, un punto crucial para su sistema de defensa antimisiles.
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China añade una nueva dimensión a este escenario. Sin territorio ártico propio, ha declarado ser un «estado casi-Ártico» y ha estrechado lazos con Rusia para desarrollar una potencial «Ruta de la Seda Polar» que podría revolucionar las comunicaciones marítimas globales.
El derretimiento del hielo revela no solo recursos naturales por valor de más de un billón de dólares, sino también nuevas rutas marítimas que podrían reducir los tiempos de navegación hasta un 40%. El control de estas «autopistas marítimas» se perfila como un objetivo estratégico de primer orden.