El gobierno chino ha elevado el tono de su respuesta a las nuevas medidas comerciales de Estados Unidos, reiterando su disposición a defender enérgicamente sus intereses económicos y diplomáticos. La imposición de aranceles del 10% por parte de Trump, alegando la inacción de China contra la producción de precursores de fentanilo, ha generado una respuesta contundente desde Pekín, que promete contramedidas sin especificar su naturaleza exacta.

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El Ministerio de Asuntos Exteriores chino ha emitido una declaración que combina diplomacia y advertencia, llamando a Estados Unidos a corregir lo que considera un error y a mantener la frágil cooperación bilateral. La amenaza va más allá de la retórica: China planea impugnar estas medidas ante la Organización Mundial del Comercio, utilizando todos los mecanismos legales a su disposición.

La acusación central de Trump implica que China permite la producción de fentanilo, droga que posteriormente se transforma en pastillas en México y se distribuye en Estados Unidos. Este país registra aproximadamente 70.000 muertes anuales por sobredosis, un dato que alimenta la presión política y mediática contra China.

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El gobierno chino rechaza categóricamente estas acusaciones, presentándose como uno de los países más duros contra el narcotráfico. Sostiene que Estados Unidos debería abordar su problema de drogas de manera objetiva, en lugar de buscar chivos expiatorios internacionales. Los expertos señalan que China ejecuta anualmente un número indeterminado de personas por delitos de drogas, aunque su consumo interno es relativamente bajo.

El conflicto comercial se superpone con tensiones geopolíticas más amplias. El déficit comercial de China con Estados Unidos, que alcanzó casi 1 billón de dólares el año pasado, continúa siendo un punto de fricción fundamental. Los aranceles amenazan con encarecer productos chinos, potencialmente afectando tanto a consumidores estadounidenses como al vital mercado exportador chino.

La economía china enfrenta desafíos internos significativos. Los estímulos gubernamentales no han logrado el impacto esperado, y los proyectos de infraestructura aumentan peligrosamente la deuda pública. Este contexto podría comprometer los ambiciosos planes del presidente Xi Jinping de superar a Estados Unidos en indicadores económicos y políticos.

La inmigración ilegal emerge como otro frente de conflicto. Aunque las llegadas desde China representan una fracción pequeña, Trump ha mantenido su línea de tolerancia cero, advirtiendo a todos los países sobre las consecuencias de no controlar a sus ciudadanos. Esta política refleja una estrategia más amplia de presión internacional.

El enfrentamiento actual va más allá de los aranceles y el fentanilo: simboliza una compleja disputa por la hegemonía económica y política global, con implicaciones que podrían redefinir las relaciones internacionales en las próximas décadas.