La declaración de Donald Trump sobre Sudáfrica ha encendido una mecha diplomática sensible, exponiendo las complejas dinámicas raciales y de propiedad de tierras en el país africano. Sus comentarios sin evidencia sobre confiscación de tierras han generado una respuesta inmediata y multifacética del gobierno sudafricano.
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El presidente Cyril Ramaphosa rechazó categóricamente las acusaciones, enfatizando que la reforma agraria busca corregir históricas desigualdades del apartheid. Las cifras son reveladoras: mientras los blancos, que representan solo el 8% de la población, poseen el 75% de las tierras agrícolas, los negros, que conforman el 80% de los habitantes, apenas controlan el 4% del territorio.
Trump afirmó el domingo que «Sudáfrica está confiscando tierras» y que «ciertas clases de personas» están siendo tratadas «muy mal», amenazando con cortar el financiamiento estadounidense. Ramaphosa respondió que el gobierno no ha confiscado ninguna tierra y está dispuesto a dialogar para promover un entendimiento más profundo sobre la política de acceso equitativo a la tierra.
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La intervención de Elon Musk añadió combustible a la polémica, calificando las leyes sudafricanas como «abiertamente racistas». El Congreso Nacional Africano (CNA) acusó a Trump de amplificar la desinformación promovida por AfriForum, un grupo de lobby de derecha que defiende los intereses de los blancos afrikaners.
El mes pasado, Ramaphosa sancionó un proyecto de ley destinado a resolver la disparidad territorial, facilitando la expropiación de tierras por parte del Estado en interés público. La Alianza Democrática, segundo mayor partido del gobierno de coalición, aunque mayoritariamente blanco, criticó los comentarios de Trump como inexactos.
Las consecuencias económicas podrían ser significativas. Estados Unidos había prometido 440 millones de dólares en asistencia para 2023, de los cuales 315 millones estaban destinados a programas de VIH/SIDA. Ramaphosa señaló que este financiamiento representa el 17% del programa nacional contra el VIH.
El contexto geopolítico añade complejidad al conflicto. Las tensas relaciones de Sudáfrica con Estados Unidos, marcadas por vínculos cercanos con China y Rusia, y acciones judiciales contra Israel, contribuyen a un escenario diplomático ya de por sí delicado.
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Tras los comentarios de Trump, el rand sudafricano, sus acciones y bonos gubernamentales experimentaron una caída. Los economistas advirtieron que cualquier medida de EE.UU. podría perjudicar la economía sudafricana en un momento crucial, justo cuando se espera la renovación del acuerdo comercial y Ramaphosa lucha por impulsar el crecimiento y atraer inversores.
La disputa refleja más que una simple diferencia política: evidencia las profundas cicatrices del apartheid y los desafíos continuos para lograr una distribución equitativa de recursos y oportunidades en Sudáfrica.